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(foto Enrique Gorelik)

Nacido en Rosario del Tala, Entre Ríos, el 28 de abril de 1858, pasó largas temporadas de la niñez y de la adolescencia en la estancia paterna del Rincón de Calá, en el departamento de Gualeguay. Los años de estudiante en el libre ambiente del Colegio Nacional no lo separaron de ese ámbito de querencias, donde se afincaría para siempre su alma. Experiencias cotidianas, como actor y como testigo, le impusieron la directa comunión con una forma de vida que consideró la única realmente auténtica en la patria.

La larga radicación en Buenos Aires, de donde sólo saldría por cortas temporadas, no hizo sino confirmarlo en esa creencia, que llegó a ser fe de su literatura y de sus investigaciones históricas.

Como estudiante se distinguió en escarceos poéticos, y a los veinte años hizo que una compañía de teatro le estrenara Los apuros de un sábado, balbuceo escénico que antecede a la obra teatral que le dio fama: Calandria, que narra la historia de un gaucho revoltoso que finalmente acepta las obligaciones del trabajo. Sin embargo, pese a su interés como autor dramático, su labor resulta muy limitada.

Dedicó su vida a la enseñanza y llegó a presidir el Consejo Escolar y la Sociedad Argentina de Autores; viajó por Sudamérica y Europa, pero permaneció en espíritu apegado al terruño, en el que se funden sus reminiscencias románticas: más que un escritor hispanoamericano en el amplio sentido del vocablo, resulta un escritor regional que se distingue especialmente en la descripción de la vida del campo.

Como narrador su obra más interesante se titula Montaraz (1900): la acción se desarrolla en la tierra de Entre Ríos, con toda la intensidad y la violencia de la vida de la época. Otras obras suyas son Recuerdos de la tierra (1896), Alma Nativa (1906), De cepa criolla (1908) y Fiesta en la estancia (1917). Dejó sin acabar Papeles de Rosas y La cuna del gaucho.
Falleció el 20 de marzo de 1935.


Decía LINARES CARDOZO…

“Milonga Para Los Dos”

Que dicha poder nombrar
Tus hijos Rosario Del Tala,
Saber que le sobran alas
Para un destino inmortal
Glorias del patrio solar

De tu querencia baqueano
Mojones de lo Entrerriana

Fibra, numen, corazón
Son los dos Leguizamón

Onésimo y Martiniano.

Son dos luceros, dos guías
Forjadores de un ideario
Onésimo abecedario

Martiniano Entrerrianía
La montielera hidalguía

Orgullo de mis paisanos
No habrá de afectarse en vano

Por que le sobra razón
Con los dos Leguizamón

Onésimo y Martiniano.

Y es por eso que al cantarle
Mi provincia bendecida

La voz del alma nativa
Se afirma en noble talar

Ya nadie podrá negar
La esencia de lo entrerriano

De este pago dos paisanos
Avivaron la pasión

Son los dos Leguizamón
Onésimo y Martiniano.